Se
golpeó la cara con la almohada, una, dos veces. Pero no podía vaciar su mente,
no podía olvidar sus anhelos. No podía olvidar lo mucho que deseaba estar en
casa, desayunar cereal junto a Jackie, escuchar música hasta el amanecer,
dormir hasta que ya no pudiera más, tener días completos dónde no había ni un
solo deber…
Lo
había intentado todo; música, videojuegos, anime, salidas con amigos, todo.
Y allí
estaba su último recurso.
—
¿Quieres palomitas con mantequilla o naturales?
Henry.
Amber
lanzó un grito ahogado aún bajo la almohada, se la quitó y contestó a Henry:
— ¿Qué
clase de pregunta es esa?, ¡mantequilla! —para luego jalar la manta doblada a
un lado y cubrirse de pies a cabeza.
Pasaron
al menos diez minutos para que Henry regresara, cuándo lo hizo llevaba en las
manos un gran tazón lleno de palomitas, un almohadón y una manta.
—Siéntate
bien—ordenó, golpeando con la punta del pie al bulto que era Amber sobre la
gran colchoneta en el piso.
Amber
obedeció a regañadientes. Tenía el pelo enredado a más no poder, los ojos
hinchados y los delgados labios resecos.
Henry
sonrió, el propósito de esa sonrisa era contagiar a Amber y obtener una de su
parte. Así sucedió. Henry se dio porras a sí mismo.
—Chachaán,
comedia romántica—anunció, mostrando la caja de la película.
Paso
un silencioso segundo, y entonces Amber lanzó un bufido más. Henry sonrió.
La
película era buena en verdad, Henry nunca se avergonzó de decir lo mucho que
disfrutaba de esas películas románticas ligeras y agradables. Siempre que
quería ver alguna, buscaba compañía, porque a su parecer, las risas son mejores
en conjunto. Sin embargo, en ese momento, él estaba viendo la película, solo.
Amber
tenía la mirada sobre la pantalla del televisor, mas su cara yacía rígida, tensa.
Sin expresiones faciales. No reía. No estaba mentalmente en la habitación. Las
imágenes del largometraje se reflejaban en sus pupilas, cómo si estás fueran
sólo un espejo.
Henry
lo decidió, y actuó.
—Que…
¿que haces? —bueno, al menos Amber notó que la televisión había sido apagada.
—Es
claro que no quieres ver esa película—dijo, soltando el control remoto sobre su
escritorio.
—Por
supuesto, ese es nuestro trato ¿recuerdas?, lunes; yo te obligo a ver una
película juntos de algún genero que odies. Viernes; tú me obligas a mí. ¿Acaso
no estaba lo suficientemente claro?
Henry
no respondió, se dedicó a mandarle a Liu una mirada de “joder, ¿en serio?”.
Amber por fin se rindió, bajó los brazos y se tiró contra la colcha.
— ¿Qué
quiere hacer el gran Henry Lau, entonces?
— ¿Has
notado que nuestros nombres tienen el mismo número de letras, que nuestros
apellidos comienzan con L y tienen, también la misma cantidad de letras?
Amber
frunció el ceño, entre estupefacta y aturdida. Antes de que pudiera quejarse o
insinuar una mala función en el cerebro de Henry, este cambió de tema.
— ¡Hay
que escuchar música!
—Cómo
si no escuchara música a diario—farfulló.
La música
inundó la habitación. Era una tonada que Amber jamás había oído antes, al
escucharla pensó en su abuela, por alguna razón, así lo hizo. La recordó
hermosa, y cálida.
—Cuándo
quieras escapar de tu realidad, siendo cantante, lo peor que puedes hacer es
escuchar tu propia música o semejantes—explicó Lau, con aire serio, luego,
sonrió—por eso en momentos así, yo escucho música completamente diferente. Lo
más alejado posible del tipo de música que realizo.
La
música siguió avanzando, sin voz.
Por un
momento, Liu creyó que se trataba únicamente de la base. Pero no.
Un
hombre comenzó a cantar, lento, apacible, relajado. Su voz suave y profunda,
clara, cómo el agua que cae de una cascada de forma más lenta de lo usual.
—Te la
dedico—dijo Henry, volteando a mirarla.
Amber
no respondió nada, pero notó, que la forma de decirlo de Lau exponía que sus
palabras eran sinceras. No se trataba de una broma o algo parecido, lo único
que esperaba ahora, era que la canción no se tratara de una amiga tomboy
con la cuál hablas de chicas.
Se te ve agotada de caminar.
Descansa en mí.
Muchachita.
Y fue
en ese momento, que la palabra “muchachita” atenazó el corazón de Amber, lo
estrujó y lo soltó, dejándolo alterado. Casi dio un pequeño gritito, o tal vez
lo dio, no supo distinguir si ocurrió de verdad o pasó en su mente. Henry no se
volvió, y la canción siguió.
Bajo tu mirada veo la soledad.
Hiriéndote.
Muchachita.
Uhuhuh, de ojos tristes.
Muy
bien, Henry sabía que no se encontraba con el ánimo sano.
Él
siempre lo sabía.
Siempre,
siempre…
Dime lo que haces lejos de tu hogar.
Confía en mí.
Muchachita.
“Oh
diablos, Henry, tú lo sabes perfectamente, estoy tratando de convertirme en
cantante. Estoy tratando de crecer.
Estoy
tratando…”
Pero
no habló, no dijo nada. Dejó que la canción siguiera sin interrupciones.
Cuéntame el motivo que te hace
escapar.
Lo entenderé.
Muchachita.
Uhuhuh, de ojos tristes.
Escapar.
Eso
era lo que siempre venía a hacer al departamento de Henry.
Comer
pizza. Ver películas. Dormir.
Era su
guarida, a dónde iba cuándo el mundo exterior había sido muy cruel con ella.
Con la
niña que aún vivía dentro de ella, la niña que tenía miedo de vivir tan lejos
de mamá, papá y Jackie, la niña que estaba insegura y no sabía si podía hacerlo
bien.
A esa
niña, Henry protegía sin chistar.
Desahógate en mis brazos, calma en mí
todas tus penas, y haz que salga la tristeza que hay en ti.
Bebe un poco de mi vino, siéntate
junto a mi hoguera.
Y sonríe nuevamente, para mí.
Muchachita.
Ellos
no tenían vino, pero tenían soda.
No
había hoguera, mas no la deseaban. Por el contrario cuándo hacía calor, un buen
ventilador vendría bien.
Pero,
bueno…
Sobre tu semblante nace una sonrisa.
Tus ojos brillan.
Muchachita.
Sientes un alivio en el corazón, ya
no estás sola.
Muchachita.
Uhuhuh, de ojos tristes.
Uhuhuh.
Ese
corito si que era pegajoso.
“Así
que ya no estoy sola, ¿eh Henry?, veremos que dices cuándo te obligue a ver
todas las películas de Saw, apuesto
que me dejas sola en menos de un minuto”.
Háblame de tu pasado, lléname con tu
perfume.
Quédate está noche amiga, junto a mí.
Yo también me siento solo. Yo también
he caminado. Yo también estoy cansado, ya de huir.
Muchachita.
“¿Qué
perfume uso, Henry?”
Si,
una nueva pregunta para molestar a Lau, ¡si!
Desahógate en mis brazos, calma en mí
todas tus penas, y haz que salga la tristeza que hay en ti.
Yo también me siento solo. Yo también
he caminado. Yo también estoy cansado, ya de huir.
Muchachita.
Háblame de tu pasado, lléname con tu
perfume.
Y
terminó, abruptamente.
La
habitación quedó en silencio, Henry no puso más música.
— ¿Qué
te pareció? —cuestionó, casualmente. Pero su voz por poco y estaba ronca, tuvo
que carraspear antes de hablar.
Amber
lo meditó unos segundos, el nerviosismo iba y venia por su garganta, la
valentía por ratos la llenaba, y en otros la abandonaba por completo.
Se
trataba de Henry, el chico frente a ella era Henry, vamos, vamos, Henry.
Sólo
Henry.
No lo
pensó más, dejó caer su cabeza sobre la espalda de Henry. Cerró los ojos. El
perfume de Henry le llegó a la nariz, era dulce pero no empalagaba, Henry no
usaba mucho. Frutas, frescura, algo así.
— ¿Quieres
ser mi amigo toda la vida, Henry? —lanzó la bomba.
Pudo
sentir el estómago de Henry comprimirse y volver a expandirse, nervioso.
—No—dijo
al fin.
Amber
sonrió, apretó su sonrisa contra la espalda de Henry y llevó sus manos por la
cintura.
—Estoy
bien ahora. Quiero ver la película.
Henry
al fin volteó, y la miró a los ojos.
Se
abrazaron, Lau se encargó de prender nuevamente la televisión.
Amber
colocó el tazón de palomitas en medio, y cogió el primer puño.
—Am,
mantequilla—saboreó.
—Mientras
escuchabas la canción, pensabas cosas graciosas o molestas para distraerte,
¿verdad?
—Oh
maldita sea, cállate.
—“Cállate
novio”.
—Cállate…novio.
Amber
cogió entonces, también, el segundo puño de palomitas.
Y lo
sambutió en la boca de Henry, mientras en la película los protagonistas se
declaraban su amor de una forma devastadoramente cursi.
Amber
creyó ya estar siendo lo suficientemente romántica con el simple hecho de no
dejar morir a Henry ese día.
Me gusto mucho mucho <3 y esa cancion le encanta a mi mamá jajaja así que doblemente me gusto.
ResponderEliminarMe hiciste sentir vieja, jaja. La verdad no lo estoy (tanto), pero crecí escuchando todo tipo de música y esa canción también me gusta mucho, es muy tierna y conmovedora. Gracias por leer, y aún más por dejarme tu opinión♥
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