jueves, agosto 22, 2013

Muchachita

Amber rodó sobre su estómago, y más tarde sobre su espalda.

Se golpeó la cara con la almohada, una, dos veces. Pero no podía vaciar su mente, no podía olvidar sus anhelos. No podía olvidar lo mucho que deseaba estar en casa, desayunar cereal junto a Jackie, escuchar música hasta el amanecer, dormir hasta que ya no pudiera más, tener días completos dónde no había ni un solo deber…

Lo había intentado todo; música, videojuegos, anime, salidas con amigos, todo.

Y allí estaba su último recurso.

— ¿Quieres palomitas con mantequilla o naturales?

Henry.

Amber lanzó un grito ahogado aún bajo la almohada, se la quitó y contestó a Henry:

— ¿Qué clase de pregunta es esa?, ¡mantequilla! —para luego jalar la manta doblada a un lado y cubrirse de pies a cabeza.

Pasaron al menos diez minutos para que Henry regresara, cuándo lo hizo llevaba en las manos un gran tazón lleno de palomitas, un almohadón y una manta.

—Siéntate bien—ordenó, golpeando con la punta del pie al bulto que era Amber sobre la gran colchoneta en el piso.

Amber obedeció a regañadientes. Tenía el pelo enredado a más no poder, los ojos hinchados y los delgados labios resecos.

Henry sonrió, el propósito de esa sonrisa era contagiar a Amber y obtener una de su parte. Así sucedió. Henry se dio porras a sí mismo.

—Chachaán, comedia romántica—anunció, mostrando la caja de la película.

Paso un silencioso segundo, y entonces Amber lanzó un bufido más. Henry sonrió.






La película era buena en verdad, Henry nunca se avergonzó de decir lo mucho que disfrutaba de esas películas románticas ligeras y agradables. Siempre que quería ver alguna, buscaba compañía, porque a su parecer, las risas son mejores en conjunto. Sin embargo, en ese momento, él estaba viendo la película, solo.

Amber tenía la mirada sobre la pantalla del televisor, mas su cara yacía rígida, tensa. Sin expresiones faciales. No reía. No estaba mentalmente en la habitación. Las imágenes del largometraje se reflejaban en sus pupilas, cómo si estás fueran sólo un espejo.

Henry lo decidió, y actuó.

—Que… ¿que haces? —bueno, al menos Amber notó que la televisión había sido apagada.

—Es claro que no quieres ver esa película—dijo, soltando el control remoto sobre su escritorio.

—Por supuesto, ese es nuestro trato ¿recuerdas?, lunes; yo te obligo a ver una película juntos de algún genero que odies. Viernes; tú me obligas a mí. ¿Acaso no estaba lo suficientemente claro?

Henry no respondió, se dedicó a mandarle a Liu una mirada de “joder, ¿en serio?”. Amber por fin se rindió, bajó los brazos y se tiró contra la colcha.

— ¿Qué quiere hacer el gran Henry Lau, entonces?

— ¿Has notado que nuestros nombres tienen el mismo número de letras, que nuestros apellidos comienzan con L y tienen, también la misma cantidad de letras?

Amber frunció el ceño, entre estupefacta y aturdida. Antes de que pudiera quejarse o insinuar una mala función en el cerebro de Henry, este cambió de tema.

— ¡Hay que escuchar música!

—Cómo si no escuchara música a diario—farfulló.

La música inundó la habitación. Era una tonada que Amber jamás había oído antes, al escucharla pensó en su abuela, por alguna razón, así lo hizo. La recordó hermosa, y cálida.

—Cuándo quieras escapar de tu realidad, siendo cantante, lo peor que puedes hacer es escuchar tu propia música o semejantes—explicó Lau, con aire serio, luego, sonrió—por eso en momentos así, yo escucho música completamente diferente. Lo más alejado posible del tipo de música que realizo.

La música siguió avanzando, sin voz. 

Por un momento, Liu creyó que se trataba únicamente de la base. Pero no.

Un hombre comenzó a cantar, lento, apacible, relajado. Su voz suave y profunda, clara, cómo el agua que cae de una cascada de forma más lenta de lo usual. 

—Te la dedico—dijo Henry, volteando a mirarla.

Amber no respondió nada, pero notó, que la forma de decirlo de Lau exponía que sus palabras eran sinceras. No se trataba de una broma o algo parecido, lo único que esperaba ahora, era que la canción no se tratara de una amiga tomboy  con la cuál hablas de chicas.






Se te ve agotada de caminar.
Descansa en mí.
Muchachita.






Y fue en ese momento, que la palabra “muchachita” atenazó el corazón de Amber, lo estrujó y lo soltó, dejándolo alterado. Casi dio un pequeño gritito, o tal vez lo dio, no supo distinguir si ocurrió de verdad o pasó en su mente. Henry no se volvió, y la canción siguió.






Bajo tu mirada veo la soledad. Hiriéndote.
Muchachita.
Uhuhuh, de ojos tristes.






Muy bien, Henry sabía que no se encontraba con el ánimo sano.

Él siempre lo sabía.

Siempre, siempre…






Dime lo que haces lejos de tu hogar.
Confía en mí.
Muchachita.






“Oh diablos, Henry, tú lo sabes perfectamente, estoy tratando de convertirme en cantante. Estoy tratando de crecer. 

Estoy tratando…”

Pero no habló, no dijo nada. Dejó que la canción siguiera sin interrupciones.






Cuéntame el motivo que te hace escapar.
Lo entenderé.
Muchachita.
Uhuhuh, de ojos tristes.






Escapar.

Eso era lo que siempre venía a hacer al departamento de Henry.

Comer pizza. Ver películas. Dormir.

Era su guarida, a dónde iba cuándo el mundo exterior había sido muy cruel con ella.

Con la niña que aún vivía dentro de ella, la niña que tenía miedo de vivir tan lejos de mamá, papá y Jackie, la niña que estaba insegura y no sabía si podía hacerlo bien.

A esa niña, Henry protegía sin chistar.






Desahógate en mis brazos, calma en mí todas tus penas, y haz que salga la tristeza que hay en ti.
Bebe un poco de mi vino, siéntate junto a mi hoguera.
Y sonríe nuevamente, para mí.
Muchachita.






Ellos no tenían vino, pero tenían soda.

No había hoguera, mas no la deseaban. Por el contrario cuándo hacía calor, un buen ventilador vendría bien.

Pero, bueno…






Sobre tu semblante nace una sonrisa.
Tus ojos brillan.
Muchachita.
Sientes un alivio en el corazón, ya no estás sola.
Muchachita.
Uhuhuh, de ojos tristes.






Uhuhuh.

Ese corito si que era pegajoso.

“Así que ya no estoy sola, ¿eh Henry?, veremos que dices cuándo te obligue a ver todas las películas de Saw, apuesto que me dejas sola en menos de un minuto”.






Háblame de tu pasado, lléname con tu perfume.
Quédate está noche amiga, junto a mí.
Yo también me siento solo. Yo también he caminado. Yo también estoy cansado, ya de huir.
Muchachita.






“¿Qué perfume uso, Henry?”

Si, una nueva pregunta para molestar a Lau, ¡si!






Desahógate en mis brazos, calma en mí todas tus penas, y haz que salga la tristeza que hay en ti.

Yo también me siento solo. Yo también he caminado. Yo también estoy cansado, ya de huir.
Muchachita.

Háblame de tu pasado, lléname con tu perfume.






Y terminó, abruptamente.

La habitación quedó en silencio, Henry no puso más música.

— ¿Qué te pareció? —cuestionó, casualmente. Pero su voz por poco y estaba ronca, tuvo que carraspear antes de hablar.

Amber lo meditó unos segundos, el nerviosismo iba y venia por su garganta, la valentía por ratos la llenaba, y en otros la abandonaba por completo.

Se trataba de Henry, el chico frente a ella era Henry, vamos, vamos, Henry.

Sólo Henry.

No lo pensó más, dejó caer su cabeza sobre la espalda de Henry. Cerró los ojos. El perfume de Henry le llegó a la nariz, era dulce pero no empalagaba, Henry no usaba mucho. Frutas, frescura, algo así.

— ¿Quieres ser mi amigo toda la vida, Henry? —lanzó la bomba.

Pudo sentir el estómago de Henry comprimirse y volver a expandirse, nervioso.

—No—dijo al fin.

Amber sonrió, apretó su sonrisa contra la espalda de Henry y llevó sus manos por la cintura.

—Estoy bien ahora. Quiero ver la película.

Henry al fin volteó, y la miró a los ojos.

Se abrazaron, Lau se encargó de prender nuevamente la televisión.

Amber colocó el tazón de palomitas en medio, y cogió el primer puño.

—Am, mantequilla—saboreó.

—Mientras escuchabas la canción, pensabas cosas graciosas o molestas para distraerte, ¿verdad?

—Oh maldita sea, cállate.

—“Cállate novio”.

—Cállate…novio.

Amber cogió entonces, también, el segundo puño de palomitas.

Y lo sambutió en la boca de Henry, mientras en la película los protagonistas se declaraban su amor de una forma devastadoramente cursi.

Amber creyó ya estar siendo lo suficientemente romántica con el simple hecho de no dejar morir a Henry ese día. 

Ni el siguiente, ni el siguiente, ni el siguiente.






Muchachita, de Miguel Gallardo.

2 comentarios:

  1. Me gusto mucho mucho <3 y esa cancion le encanta a mi mamá jajaja así que doblemente me gusto.

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    1. Me hiciste sentir vieja, jaja. La verdad no lo estoy (tanto), pero crecí escuchando todo tipo de música y esa canción también me gusta mucho, es muy tierna y conmovedora. Gracias por leer, y aún más por dejarme tu opinión♥

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